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Protagonista, el chocolate

La tarta de tres chocolates ya es un clásico, muy popular en los libros de repostería y sobre todo en la red, donde se pueden encontrar multitud de variantes para prepararla. Se dice que su origen es italiano, aunque no tenemos esa seguridad porque no hemos podido encontrarlo por ningún sitio oficial.

La tarta es de las denominadas tartas cuajadas o tartas frías que no necesitan horno para su elaboración y que consiste en una superposición de tres capas de cremas con distintos tipos de chocolate. El ingrediente para solidificar las cremas de chocolate también puede variar según la fórmula de la receta, pudiendo ser empleado; el polvo de cuajada o cuajo líquido, láminas de gelatina o crema espesada con huevo y harina de maíz. También es muy frecuente encontrar recetas en las que se sustituye la base de galleta por un bizcocho ligero.

Para disfrutar al máximo de este tipo de elaboraciones en las que el chocolate es el protagonista, se debe tener en cuenta que el chocolate y sus derivados son alimentos muy energéticos por su alto contenido de hidratos de carbono y de grasas. La grasa proviene sobre todo de la manteca de cacao, que es el aceite que se obtiene tras exprimir las almendras de cacao molidas. En ella predominan ciertos ácidos grasos saturados como el esteárico que, a diferencia de otros ácidos de su misma familia, no tienen relación con el aumento de las cifras de colesterol en sangre. Su aporte de proteínas es muy bajo, salvo que se le añada leche o sus componentes.  Los expertos en Nutrición consideran que el consumo del cacao en sus diversas variedades es recomendable dentro de una dieta equilibrada y en cantidades moderadas para individuos sanos de todas las edades.

Antes de detallar la receta de esta deliciosa tarta, dejamos un relato sobre la historia del chocolate. Han pasado cientos de años desde su descubrimiento hasta la creación de las primeras pastillas comerciales y lo que hoy en día conocemos como tabletas de chocolate.

Los antecedentes del chocolate se ubican en nuestros antepasados de principios del siglo XVI, cuando Cristóbal Colón y su tripulación, anclados en la isla de Guanja frente a las costas de Honduras, recibieron como presente de los habitantes de esta isla unas pequeñas nueces de forma ovalada y color marrón. Con ellas se elaboraba el xocolatl, una bebida de fuerte sabor que producía una gran energía y vitalidad.

Para conseguir esta preciada bebida se tostaba el fruto y se molía. A la masa pastosa se le añadía agua, se calentaba la mezcla y se retiraba la manteca de cacao, que posteriormente se batía y se mezclaba con harina de maíz para espesarla. Diversas especias añadidas como la pimienta le daban un curioso y fuerte sabor que no fue muy apreciado por los descubridores. Pero no es hasta la llegada de Hernán Cortés a México, en 1519, cuando se puede hablar del verdadero descubrimiento del cacao por parte de los españoles, que dieron a este fruto el nombre de amígdala pecuniaria o almendra del dinero, ya que era usado también como moneda de cambio.

La civilización maya empezó a cultivar el árbol del cacao hace más de 2000 años. En esta cultura se le daba un gran valor a sus semillas, que se utilizaban como moneda y, gracias a sus cualidades nutritivas, como alimento. También la cultura azteca fue la continuadora de esta tradición. Para los aztecas, el cacao era un regalo de los Dioses, recibido a través de quetzalcoatl, su dios de la cultura y jardinero del paraíso. Según la mitología azteca, quetzalcoatl, al ser expulsado del Paraíso, prometió a su pueblo que regresaría.

Así, cuando Hernán Cortés apareció en las costas de su Imperio, pensaron que era la reencarnación de quetzalcoatl. Moctezuma, emperador de los aztecas, lo recibió como una divinidad y le ofreció en un vaso de oro el «alimento de los dioses», reservado a personas de alta posición social. Hernán Cortés se dio cuenta pronto del valor nutritivo y tonificante de esta bebida, que permitía a los soldados españoles permanecer todo el día de marcha sin ningún otro tipo de alimento y favoreció y extendió su cultivo.

Sin embargo, hubo que esperar casi un siglo hasta que, para adaptarlo al paladar europeo, se empezase a endulzar con miel y, un poco más tarde, con azúcar, dando origen a un chocolate de sabor parecido al actual. El chocolate alcanzó una gran popularidad gracias a que la Iglesia consideró que su consumo no rompía el ayuno y a su adaptación como bebida oficial de los reyes y de la corte española.

A inicios del S. XVII las infantas españolas, en especial María Teresa, hija de Felipe V, que se casó con Luis XIV de Francia (el Rey Sol), fueron introduciendo la costumbre de tomar chocolate en la corte de Francia, cuyos ciudadanos instauraron la costumbre del chocolate líquido, a diferencia de España donde se tomaba chocolate espeso. Así se extendió su consumo por toda Europa, donde se abrieron salones en las principales ciudades y beber chocolate se convirtió en un signo de distinción y elegancia. A finales del siglo XVIII, el chocolate se empieza a preparar con leche y azúcar, y las damas francesas ponen de moda los «bon bon», trocitos de chocolate para degustar a cualquier hora. A partir de los inicios del siglo XIX se empieza a fabricar en forma de tabletas para su comercialización, tal y como lo conocemos hoy en día.

Ana Ruiz González y Anita Cabeza Reda, 4º Primaria

Tarta de Tres Chocolates

Ingredientes

  • 150 gr. de chocolate negro
  • 150 gr. de chocolate con leche
  • 150 gr. de chocolate blanco
  • 150 gr. de azúcar
  • 750 ml. de nata
  • 750 ml. de leche
  • 3 sobres de cuajada

Para la base

  • 1 paquete de galletas tipo María
  • 60 gr. de mantequilla

Modo de Elaboración

Base

  1. Para la base, trituramos las galletas, las metemos en una bolsita de plástico de las de bocadillos por ejemplo, y mezclamos los trozos con la mantequilla
  2. Ponemos la masa resultante en el molde que vayamos a utilizar y la esparcimos de modo que cubra toda la base, aplanándola hasta que quede lo más igualada posible.
  3. Al frigo con ella mientras nos ponemos con el resto de ingredientes.

Capas

  1. Capas de chocolate, primero la capa de chocolate negro, para elaborar esta capa pondremos en un cazo la nata, la leche (menos un vaso que utilizaremos para disolver el sobre de cuajada) y el azúcar y lo llevaremos a ebullición, momento en el que añadiremos el chocolate negro que iremos removiendo hasta que se derrita por completo,
  2. Añadimos el vaso de leche que habíamos reservado, lo volvemos a llevar a ebullición y lo dejamos hervir un par de minutos sin dejar de remover.
  3. Volcamos la preparación sobre la base de galletas y la dejamos aparte hasta que vayamos a verter la siguiente capa.
  4. Haremos lo mismo tanto con el chocolate con leche como con el chocolate blanco.
  5. ¡Listos! Pues ya está, sencillo, ¿verdad? Simplemente déjala enfriar a temperatura ambiente. Luego, cuando el chocolate ya esté solido podemos pasarla a la nevera y más tarde cuando ya esté fría la podemos desmoldar y decorarla con láminas de chocolate o frutas del bosque.

¡Nosotras no le hemos puesto azúcar porque nos gusta que sepa a chocolate y si no es demasiado dulce!

¡