En otoño Alonso nos trajo tres calabazas regalo del abuelo César para la clase. Con la calabaza de color naranja hicimos una mermelada riquísima y nos la comimos enseguidita con rebanadas de pan.
Esta semana hemos hecho un hueco en la agenda para dar salida a las dos calabazas verdes que todo el mundo confunde con sandías. Pesaban un montón como 20 kilos decía alguno y con un cuchillo grande que nos dejo Nacho el cocinero, las cortamos en mitadas, cuartos, octavos… Luego metimos los trozos en una cazuela grande y a cocer un rato para que se pusieran blanditos.
Después quitamos las pepitas con una cuchara, son blancas y negras y las guardamos en el balcón para bajarlas a la huerta a plantar. Con la misma cuchara quitamos la pulpa arrascando para separarla de la corteza, la pesamos y ¡a otra cazuela!
Como pesaba dos kilos, bueno un poco más pero hemos redondeado, echamos un kilo de azúcar y dejamos todo cociendo durante una hora más o menos. Nacho vigilando para que no se quemara.
Ahora queda muy poquita porque está toda en el fondo de la cazuela y se ha puesto marrón. La vamos a meter en frascos hasta la mitad y a casa.
Ya hemos dicho que no nos gusta pero intentaremos probar un poquito a ver si le damos una oportunidad.
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