Hacía un montonazo de tiempo que no jugábamos con el barro así que una tarde de estas tardes nos remangamos y rumbo al invernadero con bloques de barro y rodillos.

Jugamos con este material «cómo nos iba pidiendo» con mucha agua para ver cómo desaparece, aplastándolo con puños, agujereándolo con el mango del rodillo, mezclándolo con piedras y hojas o dándole forma definida como una taza.

Lo dejamos secando hasta el día siguiente, puede que a algún bichito nocturno le gustara dormir allí y volvimos para comprobar cómo estaban nuestras obras; algunas tal cual las dejamos pero secas, otras rotas en cachitos tipo puzzle, otras aún húmedas…

Buscaremos otro ratito para otra «barrada» en este invernadero en el que se está tan a gustito.